EL PAN DE ESTE DÍA. Gálatas 5:22. “Mas el fruto del Espíritu es … fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley”. Beneficio.
Dios nos ha dado
una semilla que hace que produzcamos su fruto, este se asemeja a un racimo,
como las uvas o el plátano, que es un solo fruto. Así el Espíritu Santo, nos
hace Producir un fruto con nueve gracias, tres son para ofrecerlos a Dios; tres
son directamente para beneficiar al prójimo; y tres para nuestra alma o
beneficio propio; el alma nuestra es exigente y padece necesidades profundas,
por ejemplo, en Salmos 42:1. Como el ciervo brama por las corrientes de las
aguas, Así clama por ti, oh Dios, el alma mía. Mi alma tiene sed de Dios, del
Dios vivo”. El Espíritu produce para nosotros fe, mansedumbre y templanza.
A). La FE es el
vehículo que nos transporta a las cosas divinas, al diálogo con Dios, a la
esperanza de la vida eterna, y a creer en lo que Dios dice y cómo se
manifiesta. A la Fe la describe Hebreos 11:1. “Es, pues, la fe, la certeza de
lo que se espera, la convicción de lo que no se ve”. Hay quienes tienen fe,
pero no en Dios sino, en tradiciones, en espíritus, en santos, en religiones,
en iglesias, en pastores y demás. Nunca en el Dios verdadero; porque para ello,
es preciso conocer a Dios para poder amarlo y esto por su palabra, Romanos
10:17. “Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios”. La fe
verdadera no se puede desligar de la palabra de Dios, y de la misma manera el
oír la palabra sin fe, para nada aprovecha. Hebreos 4 2. Porque también a
nosotros se nos ha anunciado la buena nueva como a ellos; pero no les aprovechó
el oír la palabra, por no ir acompañada de fe en los que la oyeron.
La fe se
manifiesta por encima de la necesidad de poseer evidencias que demuestren la
verdad de aquello en lo que se cree. Es tener confianza plena en eso o alguien;
y la credibilidad que se le otorga debido a la autoridad, fama o reputación de
quien lo afirma. Nos dice Hebreos 12:2. “Puestos los ojos en Jesús, el autor y
consumador de la fe”. Jesús encierra a los creyentes de fe, con él comenzó, y
con él acabará; cuando lo veamos, pues con él estamos completos para siempre.
Sin esta fe es imposible agradarle, porque no tienes ni la convicción, ni la
certeza de quién es tu Dios.
B). La mansedumbre
se refiere a la docilidad, suavidad o a la capacidad que tiene el hombre de
Dios para doblegar su carácter, tratar a las personas, y evitar tanto pleito,
como era el profeta, Números 12:3. “Y aquel varón Moisés era muy manso, más que
todos los hombres que había sobre la tierra”. El hombre manso no reviste
peligro, por ello es confundida con debilidad; pero es un error pues quien es
Manso posee una gran fuerza interior y una enorme convicción para enfrentar
situaciones difíciles o adversas sin recurrir a la violencia o caer presa de
sentimientos de cólera y rencor. Como Jesús: Mateo 11:29. “Llevad mi yugo sobre
vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis
descanso para vuestras almas”. Por ello es que Salmos 37 11. “los mansos
heredarán la tierra”. En este sentido, la mansedumbre nos ayuda a desarrollar
el autodominio y a fortalecer nuestras convicciones personales, morales o espirituales.
Está relacionada con la humildad y la apacibilidad, y es base para acatar la
disciplina del Señor.
C). La templanza
es la capacidad que Dios nos da para ser moderados y tener el dominio y control
de nuestras operaciones sensitivas, para hacer uso de nuestros sentidos de
buena manera. Es actuar, hablar, comer, ver, caminar de forma cautelosa y
justa, con sobriedad, moderación o continencia, para evitar daños, dificultades
e inconvenientes. Ella nos permite controlar las pasiones, vicios e impulsos
frente a los encantos de los deseos, placeres o instintos. Pero también de
disfrutar de lo que es sano sin excesos y equilibrio. 1 Corintios 6 12. “Todas
las cosas me son lícitas, mas no todas convienen; todas las cosas me son
lícitas, más yo no me dejaré dominar de ninguna”.
El fruto del
Espíritu Santo para beneficio, lo produce Jesucristo en nosotros, que cuando
nos bautizamos en su nombre, nos hace aptos para que él viva en cada uno y
produzca fruto para vida eterna.
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