jueves, 2 de octubre de 2014

RENACIDO DE SIMIENTE INCORRUPTIBLE


Capítulo 19 de "Poder para la vida abundante"
Por Victor Paul Wierwille

Jesucristo vino a hacer disponible el nuevo nacimiento. Algunas personas creen que los apóstoles fueron renacidos mientras Jesús estuvo aquí; pero si los apóstoles hubieran podido renacer mientras Jesús estuvo en la tierra, Jesucristo no hubiera tenido que morir en la cruz del Calvario; Dios no hubiera tenido que dar el espíritu santo. El problema con muchos maestros bíblicos es que no consideran el hecho de que uno no puede tener algo hasta que esté disponible, y la salvación no estuvo disponible hasta Pentecostés. Nadie, absolutamente nadie, fue renacido hasta el día de Pentecostés. Todos hasta ese momento eran solamente cuerpo y alma, sin vida eterna.

¿Qué significa nacer por primera vez? Para nacer la primera vez uno tiene que tener simiente plantada. Renacer es tener la simiente de Dios en Cristo nacida adentro, y esta simiente es espíritu y vida.

Génesis 3:15 declara que inmediatamente después de la caída, Dios puso “enemistad [contienda] entre ti [la serpiente] y la mujer, y entre tu simiente [la simiente de la serpiente] y la simiente suya [la simiente de la mujer]”. Pero la mujer no tiene simiente; la simiente siempre viene del varón. ¿Por qué dice entonces Génesis: “la simiente suya [de la mujer]”? Porque Dios sabía que la simiente redentora nacería de mujer al concebir ella al Mesías por concepción divina. “Su simiente” era la creación de Dios dentro de la mujer. Esto es exactamente lo que dice Gálatas.

Gálatas 3:16:
Ahora bien, a Abraham fueron hechas las promesas, y a su simiente. No dice: y a las simientes como si hablase de muchos, sino como de [a] uno: Y a tu simiente, la cual [quien] es Cristo.

¿Quién es la simiente de la mujer? Ella no tiene simiente; pero por creación de Dios la simiente de la mujer es Cristo. Ser renacido es tener esa simiente de Dios en Cristo en usted.

1 Pedro da una característica de la simiente de Cristo que una persona recibe cuando nace de nuevo.

1 Pedro 1:23
Siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la Palabra de Dios que vive y permanece para siempre.

La primera vez que una persona nace, nace de simiente corruptible; pero cuando vuelve a nacer, ella es, según 1 Pedro 1:23, renacida “no de simiente corruptible, sino de incorruptible”. La razón por la que no se repite la palabra “simiente” es que esta figura literaria pone énfasis en la incorruptibilidad de la simiente y no en la simiente misma.

Cuando dice incorruptible, quiere decir incorruptible. Uno podría ahora acusarme de creer en seguridad eterna. Yo no creo en seguridad eterna; yo creo en vida eterna. De haber querido decir Dios seguridad eterna, El habría dicho seguridad eterna El no quiere decir seguridad eterna, El quiere decir vida -vida eterna- porque es incorruptible y es simiente.

Cuando nacimos físicamente, teníamos simiente en nosotros. Cuando renacimos, recibimos otra simiente. La diferencia es que con el segundo nacimiento la simiente es incorruptible.

¿Cómo ocurre el nuevo nacimiento? ¿Cómo nace la simiente de Cristo dentro de nosotros? Este fenómeno original ocurrió en Pentecostés; y, puesto que todavía vivimos en la misma administración, estamos incluidos y somos afectados por la grandeza de ese evento. Estudiemos lo que pasó en Pentecostés cuando la salvación, el nuevo nacimiento, se hizo disponible por primera vez de modo que podamos entender su aplicación a nosotros.

1 Juan 3:9:
Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios.

Cuando uno nace físicamente, tiene simiente física en él. De igual manera, todo aquel que es nacido de Dios tiene que tener la simiente de Dios en Cristo en él. La Palabra dice: “Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado”. Cuando el hombre natural es renacido, ¿en qué parte de su ser no comete pecado? En su cuerpo y alma él todavía comete pecado; pero en esa simiente de Dios, la cual es incorruptible, él no comete pecado. ¿Por qué? “Porque la simiente de Dios [en Cristo] permanece en él”. Si la persona renacida pudiera pecar en esa simiente, la simiente no permanecería, sería corruptible. Pero la Palabra dice que esta simiente de Dios permanece.

1 Juan 3:9 declara que una persona renacida no puede pecar porque es nacida de Dios. La primera vez que yo nací, nací de mi padre y madre terrenales. Pero cuando renací, nací de mi Padre celestial, de Dios, y Su simiente permanece en mí y no puedo pecar en ella. Por eso es que Su simiente es vida eterna. Es eterna porque Dios es eterno, y es vida porque Dios es vida.

Alguien podría decir: “Entonces usted cree que una vez salvo, permanece salvo”. Yo no he leído “una vez salvo, permanece salvo” en la Palabra de Dios, al igual que tampoco he leído “seguridad eterna”. Lo único que he leído en la Palabra es vida eterna, y eso creo.

Como hombres de cuerpo y alma, la vida eterna se hace nuestra cuando somos renacidos del Espíritu de Dios. ¿Qué sucede para efectuar esto?

Efesios 2:5-9:
aun estando nosotros muertos en pecados [muertos porque el espíritu no está adentro], nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos),

y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús,

para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús,

Porque por gracia sois salvos por medio de la fe [la fe de Jesucristo]; y esto no de vosotros, pues don de Dios;

No por obras, para que nadie se gloríe.

La salvación es por gracia. Si fuera por obras, una persona se podría jactar más que otra porque había orado más tiempo o había rogado más a Dios o había confesado más pecados. Por lo tanto, un hombre tendría una salvación mejor que otro porque habría trabajado más duro para conseguirla. Afortunadamente, la salvación no es por obras; es por gracia y nada más que gracia.

Efesios 2:10:
Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús…

La primera vez que nací, fui la hechura de mi padre y mi madre. Cuando renací, fui la hechura de Dios, el producto de mi Padre celestial, no en carne sino en el espíritu. ¿Piensa usted que Dios está satisfecho con Su hechura? Sé lo que mis padres terrenales fueron capaces de hacer; y estoy seguro de que mi Padre celestial, quien creó los cielos y  la tierra, puede hacer una obra mejor que mi padre y mi madre terrenales. “Somos hechura suya, creados en Cristo Jesús”. Esto es el nuevo nacimiento.

Después de Pentecostés, un hombre todavía es cuerpo y alma; está muerto espiritualmente. ¿A quién pertenece legalmente el hombre de cuerpo y alma? Al Diablo. Pero cuando un hombre natural renace del Espíritu de Dios, se convierte en el hijo legal de su Padre, que es Dios. El Diablo, el dios de este mundo, no tiene derecho legal sobre un hombre cuando éste es renacido.

La mayoría de las religiones orientales y algunas occidentales, enseñan que todos tienen una chispa de lo Divino nacida en ellos. Una chispa de lo Divino quiere decir que cada persona tiene un poquito de Dios en ella y todo lo que uno tiene que hacer es ventearla, alimentarla, nutrirla, y Dios se empezará a desarrollar dentro de uno. La Biblia dice que el hombre está muerto; y si una persona está muerta, está muerta. Si hay un poquito de vida, un hombre no está muerto. La Palabra de Dios dice que el hombre está espiritualmente muerto, tiene solamente cuerpo y alma. Así que si el hombre va a tener vida espiritual, Dios la tiene que crear. La palabra “crear” es usada porque la vida espiritual no ha estado nunca antes en él.

Romanos dice cómo es posible que un hombre que está muerto en delitos y pecados y sin Dios y sin esperanza sea vivificado.

Romanos 10:17:
Así que la fe es por el oír, y el oír, por la Palabra de Dios.

¿Cuál fe? La fe de Jesucristo. Esta fe viene cuando el hombre de cuerpo y alma oye la Palabra de Dios y cree.

Romanos 10:9:
que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo.

¿Qué es “confesar con tu boca”? Es decirlo. ¿Tiene uno que decirlo en un altar? Romanos 10 no dice eso. Pero, ¿podría uno confesar a Jesús como su señor en un altar? No dice dónde tiene uno que confesar a Jesús como señor; la Biblia simplemente dice que confiese. ¿Tiene que decirlo una persona en voz alta? Romanos 10 no lo dice; es posible confesar al Señor Jesucristo silenciosamente sin hacer un sonido audible.

“Confesares con tu boca” no dice confesar los pecados de uno. Si hubiera dicho “confesares tus pecados”, la salvación sería por obras; y nosotros no somos salvos por obras, sino por gracia. Un hombre no confiesa sus pecados; confiesa al que salva del pecado, al Señor Jesucristo.

Me pregunto cuántos miles de personas creen que son renacidas del Espíritu de Dios pero en realidad no lo son. Puede que tengan un sentimiento interno de que estén salvos, pero un sentimiento no los salva. Una persona es salva por el ser renacida del Espíritu de Dios. Los sentimientos van y vienen, pero la Palabra de Dios vive y permanece para siempre. Yo podría ir al altar, vocear todos mis pecados, y obtener un sentimiento bueno. Pero una persona puede obtener ese mismo sentimiento bueno en el sofá de un psiquiatra. Nosotros no somos salvos por sentimiento, somos salvos por hacer lo que la Palabra dice. Ella dice: “confesares con tu boca con tu boca que Jesús es el Señor”. Eso es, di: “Jesús, tu eres señor en mi vida”. ¿Quién ha sido señor mientras una persona es solamente cuerpo y alma? La persona misma. Pero ahora esa persona va a cambiar de señores cuando confiesa con su boca un nuevo señor-Jesucristo.

Eso es lo que dice; pero eso no es todo. Romanos 10:9 dice además: “y creyeres en tu corazón”. El corazón es la sede de la vida personal. Hoy en día nosotros diríamos: “creyeres con toda tu mente, toda fuerza, todo tu ser”. ¿Qué debe creer una persona? ¿Qué Jesucristo es el profeta más grande de todos los tiempos? No. La Palabra dice: “creyeres en tu corazón que Dios lo levanto de los muertos”. Uno debe confesar con su boca que Jesús es el señor, y creer en lo más profundo de su ser que Dios le levantó de los muertos; entonces un hombre será-absolutamente, indiscutiblemente-salvo. ¿Cuándo? No cuando muera, sino en el momento que confiese que Jesús es el señor y crea que Dios le levantó de los muertos.

De todos los grandes líderes religiosos solamente hay uno que ha sido levantado de los muertos y ese es Jesucristo. Esta es la prueba de que él es el Hijo unigénito de Dios. ¿Cree usted que Dios levantó a Jesús de los muertos? ¿Cree que él es su señor? ¿Lo ha confesado con su boca? La Palabra dice que usted es salvo.

Romanos 10:10:
Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación.

En el momento en que yo cumplo estos dos requisitos, soy renacido del Espíritu de Dios. Esto es vida eterna. Esta es una verdad tan tremenda que es casi increíble; pero yo sí la creo porque la Palabra de Dios es verdadera y permanece para siempre. Ahora soy Su  hijo pues he confesado con mi boca que Jesús es el señor y he creído que Dios le levantó de los muertos.

En el momento que una persona confiesa con su boca a Jesús como señor esa persona es convertida, salva, renacida. Un hombre puede ser un hombre natural de cuerpo y alma en un momento dado; pero a medida que oye la Palabra de Dios y cree hasta el punto que dice: “Jesús es el señor de mi vida y sé que Dios lo levantó de los muertos”, él renace del Espíritu de Dios. Esa persona ha cambiado de señores instantáneamente; está ahora camino al cielo, y ni todo el infierno le puede impedir que vaya porque es un hijo de Dios que tiene a Cristo en él. Tiene vida eterna. Ya no es más un hombre natural porque ha recibido el espíritu proveniente de Dios.

Habiéndose creado espíritu dentro de él, la persona de nuevo tiene un punto de contacto con Dios. A diferencia de Adán, que tenía espíritu bajo una condición (como leemos en Génesis 2), los hijos de Dios renacidos durante la gloriosa Administración de la Iglesia tienen espíritu nacido en ellos como simiente. Este espíritu es dado incondicionalmente.

Cuando un niño nace físicamente, todo el potencial humano está en ese pequeño paquete. Con nutrimiento y alimentación, el niño se desarrolla y se vuelve un adolescente, luego un joven, y finalmente un adulto. El nuevo nacimiento es así. Cuando un hombre vuelve a nacer del Espíritu de Dios, tiene a Cristo en él. Todo lo que  Dios es en Cristo está en él. Tiene el amor de Dios, tiene la justificación de Dios, la santificación, la redención, la justicia, la fe de Jesucristo. Esto es lo que uno recibe cuando acepta al Señor Jesucristo como su señor y salvador personal.

Hay bastante religión en el así llamado cristianismo hoy en día; pero el verdadero cristianismo no es religión. La religión es lo que el hombre hace, lo que el hombre produce. El cristianismo es lo que Dios obró en Cristo y en un creyente cuando éste renace.

El cristianismo es la obra de Dios, no la obra del hombre. El cristianismo es la relación de un Padre con Su familia. Dios es nuestro Padre y nosotros somos Sus hijos; El nos ha hecho hijos Suyos y nosotros hemos renacidos de Su simiente.

Cuando un hombre renace del Espíritu de Dios, este hombre de cuerpo y alma tiene entonces espíritu. El hombre no se libró de su cuerpo y alma cuando nació de nuevo. Todavía tiene los cinco sentidos como un medio de aprendizaje. El rasgo añadido que viene con la salvación es que la persona renacida tiene espíritu así que se puede comunicar con Dios. El creyente puede ahora recibir información proveniente de Dios tanto por espíritu como a través de sus sentidos.
El espíritu dentro del hombre es aquello que es vida eterna.

La salvación no es ganada; es un don de Dios.

Romanos 6:23:
Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.

1 Juan 1:1,2:
Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida.

(porque la vida fue manifestada, y la hemos visto, y testificamos, y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba el Padre, y se nos manifestó).

1 Juan 2:25:
Y esta es la promesa que él nos hizo, la vida eterna.

1 Juan 5:11,12:
Y este es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su hijo.

El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida.

“El que tiene al Hijo, tiene la vida”. El espíritu en él es vida eterna. Pero “el que no tiene al hijo”, todavía no tiene vida. Ese hombre tiene vida natural, pero no tiene vida eterna.

El versículo 12 de 1 Juan 5, y varios otros como ese, han causado problemas a causa de la enseñanza popular de que todos van al cielo y que no importa a quién adora uno, o qué cree uno, porque todos se dirigen hacia el mismo lugar. Aun así la Palabra dice que si una persona tiene a Cristo, tiene vida; y si no tiene a Cristo, no tiene vida. Si usted quiere discutir con la Palabra, siga discutiendo con ella. Usted tiene que decidir por su propia cuenta si quiere creer la Palabra de Dios o las palabras de los hombres. Esta Palabra de Dios, y las palabras en ella, han permanecido por siglos. Pero las palabras de hombres a quienes he conocido y hombres a quienes usted ha conocido no han permanecido por siglos. Ellos van y vienen; a veces se prueba que están en lo cierto, otras veces que están equivocados. Prefiero arriesgar mi salvación eterna en la exactitud de Dios antes que escuchar a hombres, especialmente hombres que tiene una actitud derogatoria hacia la Palabra. Prefiero apostar mi vida en la integridad y exactitud de la Palabra de Dios antes que arriesgarla en lo que algún hombre dijo y encontrar más tarde que él estaba equivocado. Suponga que la Biblia es correcta, suponga que la exactitud  de la Palabra de Dios es verdadera, y suponga que no lo creemos y, al final, resulta que hay un cielo. Nosotros nunca lograríamos llegar. Tenemos todo para ganar creyendo la Palabra de Dios y nada que perder. Tenemos todo para perder y nada que ganar creyendo lo que dicen los hombres. Nosotros que tenemos al Hijo tenemos vida.

1 Juan 5:13-15:
Estas cosas os he escrito a vosotros que [quienes] creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna, y para que creáis en el nombre del Hijo de Dios.

Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye.

Y si sabemos que él nos oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones  que le hayamos hecho.

1 Juan 5:20:
Pero sabemos que el Hijo de Dios ha venido, y nos ha dado entendimiento para conocer al que es verdadero; y estamos en el verdadero, en su Hijo Jesucristo. Este es el verdadero Dios y [esta es] la vida eterna.

El hombre de cuerpo y alma puede creer tan fácilmente y recibir vida eterna, que es el don más grande que Dios haya dado jamás al hombre en lugar alguno, en momento alguno.

UN ESTUDIO DE HECHOS 8


Capítulo 7 de "Recibiendo el espíritu santo hoy"
Por Victor Paul Wierwille

Hechos 8 es el segundo pasaje en el libro de Hechos donde alguien recibe el don proveniente del Espíritu Santo. Los acontecimientos relatados en el octavo capítulo de Hechos ocurrieron varios años después del histórico derramamiento relatado en Hechos 2. Recuerden que solamente judíos por religión recibieron el don en aquel momento, y la prueba en el mundo de los sentidos de que habían recibido fue que hablaron en lenguas.

Ningún grupo religioso nuevo es atacado viciosamente en sus comienzos; pero según aumenta su número de adherentes, según se disemina entre otros la información que ellos representan, entonces la persecución acomete gradualmente. En Hechos 8 leemos sobre la persecución que había comenzado en Jerusalén a causa del crecimiento de la comunidad cristiana. De acuerdo con el capítulo 7, Esteban había sido apedreado.

Hechos 8:1,3 y 4:
Y Saulo consentía en su muerte. En aquel día hubo una gran persecución contra la iglesia que estaba en Jerusalén; y todos [los creyentes-los cristianos] fueron esparcidos por las tierras de Judea y de Samaria, salvo los apóstoles.

Y Saulo asolaba la iglesia, y entrando casa por casa, arrastraba a hombres y a mujeres, y los entregaba en la cárcel.

Pero los que fueron esparcidos iban por todas partes anunciando el evangelio.

Noten muy cuidadosamente que aun en medio de la persecución dondequiera que estos líderes cristianos iban no aguaban ni moderaban la gran exactitud de la Palabra de Dios. Hicieron una cosa en particular; a saber anunciaron el evangelio.

Versículo 5:
Entonces Felipe, descendiendo a la ciudad de Samaria, les predicaba a Cristo.

Felipe era uno de los siete escogidos por los discípulos en los comienzos de la Iglesia de acuerdo con el pasaje en Hechos 6. Lo escogieron para servir mesas. Dios lo escogió para servir el Pan de Vida.

Felipe predicó la Palabra de Dios a los samaritanos. Los judíos le tenían antipatía a los samaritanos pero el ministerio se estaba moviendo desde el centro del judaísmo en Jerusalén hacia Samaria.

Versículo 6:
Y la gente, unánime [con unidad de propósito], escuchaba atentamente las cosas que decía Felipe, oyendo y viendo las señales que hacía.

La única razón por la cual estos samaritanos escuchaban a Felipe y a lo que decía con respecto a la Palabra de Dios y el Señor Jesucristo era que oían y veían las señales que él, Felipe, hacia. Felipe hacía las señales. Noten esta verdad cuidadosamente. El  las hacía por medio del poder de Dios dentro de él. No dice que Dios hacía señales. Esta verdad debe ser reconocida y entendida porque mucha gente está esperando a que Dios actúe cuando Dios ya ha actuado. Dios está esperando a que el hombre reciba lo que El ha hecho disponible y entonces que actúe para El por el poder de Dios.

Versículos 7:
Porque de muchos que tenían espíritus inmundos, salían éstos dando grandes voces; y muchos paralíticos y cojos eran sanados.

Felipe habló la Palabra de Dios a los samaritanos y cuando ellos oyeron esta Palabra de Dios creyeron debido a que Felipe había echado fuera los espíritus inmundos. Cuando los samaritanos vieron que esto sucedió por el poder de Dios que vivía en Felipe, reaccionaron con emoción. 

Versículo 8:
así que había gran gozo en aquella ciudad.

Los samaritanos se regocijaban porque la gente se estaba salvando y sanando por el poder de Dios manifestado por Felipe que era un creyente lleno del poder o don proveniente del Espíritu Santo.

Versículo 9:
Pero había un hombre llamado Simón, que antes ejercía la magia en aquella ciudad, y había engañado a la gente de Samaria, haciéndose pasar por algún grande.

Simón, antes de la venida de Felipe, ejercía la magia (brujería, espiritismo, artes negras, percepción extrasensorial, operación de espíritus diabólicos), y por la operación de espíritus diabólicos había engañado y controlado a la gente de Samaria por muchos años.

Versículos 10,11:
A éste oían atentamente todos, desde el más pequeño hasta el más grande, diciendo: Este [Simón] es el gran poder de Dios.

Y le estaban atentos, porque con sus artes mágicas les había engañado mucho tiempo.

Esta gente había sido embaucada y estaba bajo el control de Simón el mago porque ellos creían que su operación de espíritus diabólicos era evidencia de “el gran poder de Dios”.

Versículo 12:
Pero cuando [los samaritanos] creyeron a Felipe, que anunciaba el evangelio del reino de Dios y el nombre de Jesucristo, se bautizaban hombres y mujeres.

Cuando los samaritanos creyeron la palabra de Dios que Felipe anunciaba, se arrepintieron y fueron salvos. Puede que la gente esté bajo el encanto de la prédica y la enseñanza de los hombres que usan, o son usados por, espíritus diabólicos. Pero cuando la verdad de la Palabra de Dios es dada a conocer por un hombre lleno del espíritu santo, manifestando señales, milagros y maravillas y probando la Palabra, algunos van a creer y ser salvos. Esto es lo que pasó en Samaria.

Versículo 13:
También creyó Simón mismo…

¿Qué le pasó a Simón? Fue convertido. Creyó la Palabra que Felipe predicó, que es Cristo, y cuando Simón creyó en el Señor Jesucristo, recibió salvación. Simón, que había estado operando espíritus diabólicos y engañando a la gente de Samaria por tantos años, fue salvo bajo el ministerio de Felipe. Este es un ejemplo tremendo del poder de la Palabra de Dios correctamente dividida y predicada por un hombre lleno del espíritu santo.

Versículo 13:
También creyó Simón mismo, y habiéndose bautizado, estaba siempre con Felipe; y viendo las señales y grandes milagros que se hacían, estaba atónito.

¿A causa de qué estaba atónito Simón?  Estaba atónito preguntándose cómo Felipe podía hacer estas señales y milagros. Simón sabía por su experiencia entre la gente de Samaria que él mismo había hecho hazañas tremendas, y no estaba bajo ninguna ilusión en cuanto a la fuente de su autoridad y poder que provenía de los espíritus diabólicos trabajando a través de magia y artes negras. Pero mientras Simón continuaba observando los milagros y señales de Felipe, permanecía perplejo en cuanto a la fuente de poder de Felipe.

Esto ciertamente enfatiza el error de la enseñanza que si un hombre renace tiene automáticamente una mente renovada y anda en gran verdad. Simón era renacido, pero su mente estaba todavía en error en lo que concierne a la operación del don de espíritu santo.

El siguiente versículo en Hechos 8 nos dice que Pedro y Juan hicieron entonces una visita a Samaria.

Versículo 14:
Cuando los apóstoles que estaban en Jerusalén oyeron que Samaria había recibido la palabra de Dios, enviaron allá a Pedro y a Juan.

¿Qué provocó el viaje de Pedro y Juan a Samaria? La razón por la cual los apóstoles Pedro y Juan, los cuales estaban a la cabeza de la Iglesia, vinieron de Jerusalén a Samaria era que había ocurrido algo sin precedentes en la Iglesia en Samaria: aquellos que habían sido renacidos no estaban hablando en lenguas. Esta era la primera vez en la historia de la Iglesia cristiana en que la manifestación de hablar en lenguas no estaba en evidencia inmediatamente después del nuevo nacimiento, los dos grandes líderes entre los apóstoles fueron a investigar este extraño suceso.

La gente de Samaria que había oído la Palabra de Dios y creído lo que Felipe predicaba, había recibido espiritualmente, dechomai. Ellos habían recibido espiritualmente el nuevo nacimiento, el poder, el don proveniente del Espíritu Santo; pero no habían manifestado nada en el mundo de los sentidos. Por lo tanto, Pedro y Juan vinieron desde Jerusalén.

Versículo 15:
los cuales, habiendo venido, oraron por ellos para que recibiesen [lambanō] el Espíritu Santo [pneuma hagion].

Ellos habían recibido espiritualmente, dechomai, pero no habían recibido en manifestación, lambanō. Cuando Pedro y Juan vinieron desde Jerusalén, oraron por los nuevos creyentes para que ellos pudieran lambanō, manifestar, el espíritu santo, el cual habían recibido como un don proveniente del Donador en el momento en que fueron salvos.

Versículos 16:
porque aún no había descendido sobre ninguno de ellos [el espíritu santo no había sido manifestado], sino que solamente habían sido bautizados en el nombre de Jesús.

“No había descendido sobre ninguno de ellos”. La palabra “descendido” es epipiptō, y la palabra “sobre” es epi. Descendido sobre” es epipiptō epi. Piptō quiere decir “descender”. Epipiptō por lo tanto quiere decir “descender desde sobre un plano más alto”. Epi, “sobre”, por sí mismo se usa con el caso dativo, indicando superposición (en reposo sobre) – el resultado del epipiptō, descendiendo desde un plano más alto. Por lo tanto la frase “descendido sobre ninguno de ellos” literalmente quiere decir “descendido desde sobre un plano más alto a una posición en reposo en un plano más bajo”, o sea, “desde sobre” (epipiptō) el plano espiritual al “en reposo sobre” (epi) en manifestación en el reino natural.

Versículo 17:
Entonces les imponían las manos, y recibían [lambanō] el Espíritu Santo. [pneuma hagion].

Los apóstoles, Pedro y Juan, le impusieron las manos a los creyentes que habían antes recibido al Señor Jesucristo, dechomai, pero que no habían recibido, lambanō, manifestado, el don en el mundo de los sentidos.

La “imposición de manos” es usada en la Palabra de Dios para identificar a la persona que está ministrando con la que está siendo ministrada. Aun más, cuando se imponen las manos, es para que las manifestaciones de revelación (a saber, la palabra de ciencia, la palabra de sabiduría y el discernimiento de espíritus – tres de las nueve manifestaciones del espíritu) sean puestas en operación.

Por medio de las manifestaciones de revelación Pedro y Juan recibieron la información sobre el por qué la gente de Samaria había recibido espiritualmente el nuevo nacimiento, el poder proveniente del Espíritu Santo, pero no lo habían manifestado en el mundo de los sentidos. Fuera lo que fuere que estaba impidiendo que los cristianos de Samaria manifestaran pneuma hagion, Pedro y Juan, habiéndole impuesto las manos, y sabiendo por revelación cuál era el obstáculo que estorbaba, lo echaron fuera en el nombre de Jesucristo, y entonces los cristianos samaritanos recibieron, lambanō, manifestaron pneuma hagion.

Con solamente una rápida lectura de Hechos 8 y sin el entendimiento de la operación de las nueve manifestaciones del espíritu, sería difícil dividirlo correctamente. Leyendo los versículos nueve al once, sabemos que espíritus diabólicos se habían infiltrado entre los samaritanos de tal forma que, de las tres manifestaciones de revelación del espíritu santo, el discernimiento de espíritu debe haber estado mucho en operación.

Estos samaritanos habían sido engañados por Simón por mucho tiempo. Aquí hay una verdad que todos los cristianos deben reconocer. 1Juan 4:4 declara francamente: “…mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo”. Ni siquiera el infierno completo puede detener a un hombre de ser renacido y de recibir el poder o don proveniente del Espíritu Santo cuando éste cree de acuerdo con Romanos 10:9. Todos los espíritus diabólicos en el mundo no son lo suficientemente fuertes como para resistir el poder proveniente del Espíritu Santo. Satanás no podía detener a los samaritanos de ser renacidos, ni puede Satanás detener a nadie de ser salvo porque la salvación es un don y cualquiera que desee recibir puede recibir ese don de salvación y ser lleno con el poder proveniente del Espíritu Santo cuando cree.

No dice en Hechos 8 que cuando los samaritanos recibieron pneuma hagion ellos hablaron en lenguas. Pero quisiera que ustedes noten cuidadosamente el versículo 18.

Hechos 8:18:
Cuando vio Simón que por la imposición de las manos de los apóstoles se daba el Espíritu Santo [el pneuma, el hagion], les ofreció dinero.

Permítanme preguntarles: “¿Qué vio Simón?” Uno no puede ver espíritu. Uno no puede ver el nuevo nacimiento, ya que Cristo en ustedes, el nuevo nacimiento, es espíritu. Entonces, ¿qué vio Simón cuando estos apóstoles, Pedro y Juan, impusieron las manos a los creyentes que habían aceptado al Señor Jesucristo? Lo que Simón vio tuvo que haber estado en el mundo de los sentidos, algo visible, algo que fue manifestado. Por lo tanto, Simón vio una manifestación del espíritu que tiene que haber sido hablar en lenguas, porque en todo otro caso donde la manifestación del espíritu santo es mencionada, siempre es hablar en lenguas.
Versículo 19:
diciendo: Dadme también a mí este poder, para que cualquiera a quien yo impusiere las manos reciba [lambanō] el Espíritu Santo [pneuma hagion].

Por la imposición de manos nada se comunica automáticamente. No se le puede dar nada a nadie a menos que esa persona lo desee y no se puede dar nada si uno no lo tiene. Pedro le dijo al hombre cojo en la puerta del Templo, según está relatado en Hechos 3:6: “Lo que tengo te doy; en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda”. La imposición de manos por revelación es un medio de identificar a la persona que está ministrando con la persona que tiene necesidad, y entonces las manifestaciones de revelación están en operación.

Simón no pudo haber visto espíritu, pero vio que algo ocurrió cuando los apóstoles le impusieron las manos a los creyentes samaritanos. Entonces les dijo a Pedro y Juan: “Dadme también a mí este poder [denme este ministerio de apóstol]”. Y “les ofreció dinero”. El estaba dispuesto a pagar dinero por el ministerio de un apóstol pensando que a quien quiera que le impusiere sus manos, esa persona manifestaría, lambanō, pneuma hagion. Pero un ministerio no puede ser comprado; un ministerio no puede ser ganado; un ministerio en el cuerpo de la Iglesia es un don de Dios.*

Hechos 8:20:
Entonces Pedro le dijo: Tu dinero perezca contigo, porque has pensado que el don de Dios se obtiene con dinero.

Pedro le dijo “Tu dinero perezca contigo”. La palabra griega para “perezca” quiere decir “pudrirse”. Cuando una persona es renacida del Espíritu de Dios, habiendo recibido vida eterna, y Simón había sido renacido según dice en el versículo 13, ya no puede perecer espiritualmente. “Tu dinero perezca contigo” no quiere decir que Pedro le dijo a Simón que él iba a perder su vida eterna. El le estaba explicando a Simón que tal como el cuerpo perece, se desintegra, se pudre, así el dinero que Simón había ofrecido por este ministerio, “el don de Dios”, perecería con él, con su cuerpo. Noten la palabra “pensado”. Después que una persona es renacida del Espíritu de Dios, ella debe renovar su mente de acuerdo a la Palabra, y este cambiar de la mente es por lo general un proceso lento. Esto explica por qué Simón “estaba atónito” cuando vio las señales y grandes milagros ejecutados por Felipe. Su mente no había sido renovada y pensó que podría ser posible comprar tal ministerio. Simón, aunque renacido, no se había puesto la mente de Cristo porque pensó “que el don de Dios [Aquí, el ministerio de un apóstol es llamado el don de Dios.]” se podía comprar con dinero.

Pedro continúa reprendiendo a Simón en el versículo 21.

Hechos 8:21:
No tienes tú parte ni suerte en este asunto, porque tu corazón no es recto delante de Dios.

*Efesios 4:8,11: “Por lo cual dice: Subiendo a lo alto, llevó cautiva la cautividad, Y dio dones a los hombres. Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros”.
La palabra “asunto” debería ser la palabra “ministerio”. La palabra “corazón” indica la sede de la vida personal. Simón había sido renacido del Espíritu de Dios, pero su vida personal estaba equivocada. Sus pensamientos estaban equivocados; estaban fuera de comunión con Dios.

Versículo 22:
Arrepiéntete, pues, de esta tu maldad…

La palabra “arrepiéntete” debe ser traducida “abandona”. Cuando uno se arrepiente recibe remisión de pecados.* Debe entonces abandonar su maldad. De acuerdo con Hechos 8:13, Simón mismo creyó y se arrepintió cuando se convirtió. Una persona solamente se puede arrepentir una vez. Después de la salvación, todavía es posible pecar si no nos hemos puesto la mente de Cristo. Si nuestros pensamientos no son sus pensamientos, nuestras mentes no son su mente. Simón, por lo tanto, es instruido por Pedro a abandonar esta maldad de tratar de comprar el ministerio de un apóstol.

Versículo 22:
 Arrepiéntete, pues, de esta tu maldad, y ruega a Dios, si quizá [la palabra “quizás” en el texto crítico griego lee “que”] te sea perdonado el pensamiento de tu corazón.

El versículo 22 debería ser traducido literalmente: “Abandona, pues, de esta tu maldad, y ruega a Dios que te sea perdonado el pensamiento de tu mente”. No dice que se arrepienta del pensamiento, sino que éste sea perdonado. Una vez que somos renacidos del Espíritu de Dios y pecamos, debemos confesar nuestro pecado que es comunión rota con Dios, y El es, de acuerdo con 1 Juan 1:9, “fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad”.

Hechos 8:23-25:
porque en hiel de amargura y en prisión de maldad veo que estás. [Esto Pedro lo sabía por revelación, palabra de ciencia.]

Respondiendo entonces Simón, dijo: Rogad vosotros por mí al Señor, para que nada de esto que habéis dicho venga sobre mí.

Y ellos, habiendo testificado y hablado la palabra de Dios, se volvieron a Jerusalén, y en muchas poblaciones de los samaritanos anunciaron el evangelio.

Pedro y Juan habían cumplido con su misión en Samaria. Habían instruido a los samaritanos con respecto al poder que habían recibido (dechomai) y los samaritanos entonces manifestaron (lambanō) las evidencias del don proveniente del Espíritu Santo

10 TRAMPAS MORTALES QUE ATRAPAN

10 TRAMPAS MORTALES QUE ATRAPAN A LOS NUEVOS 
Y A LOS ANTIGUOS CREYENTES.

1. Tratar de ganar el favor de Dios. Nunca podremos ganar la aceptación de Dios; Jesús hizo eso por nosotros. Él nos dio un regalo gratuito de gracia. En algún momento, te diste cuenta de que necesitabas esa gracia, que nunca podrías ganar tu camino al cielo. Te diste cuenta de que obedecer las reglas nunca ganaría esa gracia, y que sólo la cruz podría pagar esa deuda. Así que aceptaste esa gracia, y estabas maravillado por lo generoso que es Dios. Pero ahora que eres salvo, puedes tener la tentación de empezar a vivir por reglas una vez más. Si el diablo no puede impedirte que busques y sigas a Dios, entonces él va a tratar de desviarte haciéndote religioso. Religioso sin una relación viva, fresca e intima con Dios. Sí, hay principios celestiales como la siembra y la cosecha (Gal 5). Pero no hay una sola regla que puedas obedecer que te haga aceptable a los ojos de Dios. Todo se trata de la gracia, un regalo dado libremente de Él a ti. Deja de tratar de ganarlo, y simplemente acéptalo. Si comienzas a sentir que no estás tan cerca de Dios como quieres estar, estarás tentado a hacer algunas cosas buenas y piadosas como medio de acercamiento. Cuidado. Anda, haz cosas buenas y piadosas. Pero entiende esto: Encontramos a Dios en una relación de  intimidad con Él, no en las obras. Él no corre a reunirse con nosotros porque obedecemos bien las reglas. Nuestro Padre corre para tenernos en Sus brazos porque se deleita mirando el amor que le tenemos y cómo confiamos plenamente en Él. Obedecer las reglas nunca será una compensación por el pecado en nuestra vida, sólo la muerte de Jesús puede hacer eso. Corre hacia la gracia.

2. Pensar que se trata de ti. Lo primero que hicieron Adán y Eva, después de pecar, fue mirarse a sí mismos; llegaron a estar desesperadamente centrados en sí mismos. Tenemos esta misma enfermedad hoy. Pasamos gran parte de nuestra vida obsesionados pensando acerca de cuán grandes o cuán podridos somos. Ambas perspectivas nos llevan a una trampa mortal. La única salida es fijar los ojos en Jesús, y en Aquel que es puro y verdadero. Realmente todo se trata de Él, no nosotros.

3. Cortar tu suministro de alimento espiritual. A medida que nos acercamos a Dios, Él se acercará a nosotros. Si dejas de acercarte a Dios, serás robado. Si eres sabio, vas a hacer lo que sea necesario para encontrar y mantener una intimidad cotidiana y consistente con el Señor. Protege esta comunión como protegerías tus tanques de aire mientras buceas, es así de vital es. No creas la sutil mentira de que puedes andar un día o dos “sin llenar el tanque”, si permaneces en este estado, muy pronto perderás tu hambre y no tendrás ningún deseo de renovar esa comunión.

4. Permitir que se filtre el orgullo. En la sociedad, el orgullo es una buena palabra. Desde el punto de vista de Dios, el orgullo es la exaltación propia, y abre la puerta a toda clase de engaños y cegueras espirituales. "El orgullo precede a la caída". El orgullo es lo que hizo caer a Lucifer, y el orgullo es lo que el diablo intenta utilizar contra todo creyente. La humildad es una necesidad si quieres crecer en el Señor, porque "Dios da gracia a los humildes, pero resiste a los soberbios". ¿Quieres verte inundado de la gracia de Dios? Practicar la verdadera humildad; ve a los demás como igualmente importantes y competentes a ti mismo. Cuando comiences a detectar actitudes orgullosas infiltrando tu mente, ¡haz un alto! Lo último que quieres, es tener a Dios "resistiéndote". La humildad es a tu alma, lo que las lluvias son al cultivo, sin ella, difícilmente crecerás.  Jesús declaró que todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido. ¿Quieres ser exaltado y enaltecido? Deja que Dios lo haga. Si te precipitas y lo haces por ti mismo, tendrás una caída. El orgullo es un enemigo mortal que quiere separarte del amor de Dios, ¡huye de orgullo! Se rápido en admitir tus faltas. Hay poder en la confesión de tus pecados a los demás. (1 Juan). Serás tentado a mostrarte como santo y moral, al tiempo que ocultas la verdadera naturaleza de tu corazón; ¡no caigas en la trampa! ¡Si ocultas lo que hay en tu corazón, solo conseguirás mantenerlo ahí! ¡Pero si lo traes a la luz, serás libre! (Ver el relato de "Dos hombres que subieron al templo a orar" Lc. 18:10-14).

5. Basarte, confiar o apoyarte en tus sentimientos. No puedes confiar en tus sentimientos. Puedes atravesar una etapa de luna de miel con Dios, y tus sentimientos pueden rebosar por un tiempo. Sin embargo, puede venir un tiempo cuando Dios te llama a buscarlo y confiar en Él cuando los sentimientos no están ahí. Él quiere ser el Señor de tu vida, y eso significa destronar a los otros señores, ¡entre ellos los sentimientos! Llega un tiempo cuando nada en ti siente que Dios está de tu lado. Entonces tendrás que elegir en qué vas a creer: en tus sentimientos o en Su Palabra. Si buscas a Dios aún con más fuerza o empeño en estos tiempos de sequía, y pones tu confianza en lo que Él dice sobre ti, sobrepasarás esta temporada con una fe más profunda que nadie te podrá robar.

6. Criticismo. Nuestra forma de pensar y hablar de los demás determina la cantidad de gracia que hemos recibido y aceptado de Dios. ¿Quieres mucha gracia, o poca? La Escritura dice que Dios da Su gracia a los humildes, pero resiste a los soberbios. Y la crítica se basa en el orgullo, que es la noción de que los demás están equivocados, mientras nosotros no. Pablo advirtió a la gente sobre tener cuidado de que: “Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar (pierda de vista) la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados” (Hebreos 12:15). Cuando dejamos que la amargura y la crítica echan raíces en nuestro corazón, literalmente, puede contaminarnos a nosotros y los que nos rodean, envenenando el corazón en el que Jesús quiere vivamos. En Mateo 7, Jesús explicó uno de los principios más poderosos del universo: "no juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medís, os será medido”. Si mido los defectos de mi hermano con un depósito de 300 litros, estoy dando el cielo un depósito de 300 litros para medir mis pecados. Si mido los pecados de mi hermano a través del filtro de la limpieza de la gracia y de la misericordia, entonces el cielo ve mis pecados a través de ese mismo filtro. O, como algunos lo han puesto: al apuntar con un dedo a otro, hay otros cuatro dedos apuntando hacia mí.

7. Gruñir y quejarse. Dios nos ama profundamente, y hace todo lo posible para mostrarnos Su amor. Su mayor prueba fue enviar a su Hijo a morir en la cruz por nosotros. Sin embargo, habrá ocasiones en que Dios nos permite pasar por tiempos de sequia o dificultad. ¡Estos nos sirven para refinarnos, y los necesitamos! Nuestra naturaleza humana no se lleva bien con las dificultades. Es fácil empezar a resentirse con Dios cuando las cosas no salen como queremos. Esta es la prueba del señorío. ¿Quién está realmente a cargo de nuestras vidas? Eso depende de nosotros, Dios nos ha dado libre albedrío, y Él respeta eso, no nos lo quita. ¿Vamos a rendirnos a Él y a confiar en Él, incluso cuando parece que Él nos está llevando por algunos callejones oscuros? ¿O vamos a sentarnos en el asiento de atrás del auto, y a decirle continuamente cómo debe conducir las circunstancias de nuestra vida? Si gruñimos y nos quejamos, andaremos en círculos hasta que consigamos hacerlo bien. No sabremos cuán preciosa es la confianza y la obediencia hasta que lleguemos a la eternidad. Porque Dios nos ama, Él está trabajando diligentemente para producir la confianza y la obediencia en nosotros. Si caemos rendidos ante Él y lo seguimos, vamos a recibir  riquezas espirituales que no nos serán quitadas.

8. Conformarnos con menos. ¿Qué tanto anhelas más de Dios en tu vida? "Él es galardonador de los que le buscan". Dios responde al hambriento. Si llegas a un punto en el que estas satisfecho, Dios no te presionará a ir más lejos con Él. Él respeta tu voluntad. Jesús dice: "He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo". Jesús no irrumpe por la puerta de tu corazón, Él va a tocar suavemente. Si no quieres atender a su llamado, no lo haces. El hambre espiritual es crucial. "Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados". Si tienes hambre, serás saciado. Si no tienes hambre, no serás saciado. Y aquí hay un secreto bien guardado sobre el hambre: si permaneces alrededor de gente que no tienen hambre de más por Dios, será muy difícil para ti mantener esa hambre. Del mismo modo, si permaneces alrededor de la gente que está desesperada por más de Él, te contagiarán esa hambre. El hambre, y la falta de hambre, son contagiosas. No te conformes con ser un cristiano a medias, ¡no hay gozo en ello!

9. La inmoralidad y el pecado oculto. Jesús pagó el precio por nuestros pecados. Punto final. Caso cerrado. Pero, ¿qué sucede si pecamos otra vez? ¿El caso se puede reabrir? En cuanto a la salvación no. Pero está claro que nuestra relación con Dios es afectada cuando estamos dispuestos o tenemos complacencia en abrir la puerta y permitir que el pecado entre en nuestras vidas. Lo primero que se perdió cuando Adán pecó fue la intimidad con Dios, y esto sigue siendo verdad hoy en día. Si comienzas a tolerar el pecado y a racionalizar que no es tan malo, comenzarás a ver a Dios con una luz mucho menos gloriosa. Muy pronto, comenzamos a verlo como un amo duro y frío, y nos olvidamos de que Él nos ama. El consentir el pecado en nuestras vidas, cambia y distorsiona nuestra perspectiva de Dios. "Limpio te mostrarás para con el limpio, y severo serás para con el perverso". (Salmo 18:26) ¿Quieres seguir viendo a Dios en Su verdadera naturaleza amorosa, impresionante, asombrosa y gloriosa? Mantén el pecado fuera de tu vida, y sigue aferrándote a Su bendita gracia para transformarte a Su semejanza.

10. Andar fuera de tu llamamiento. Hay muchas grandes causas que puedes realizar en tu vida. Pero no estás llamado a realizar todas ellas. Sólo se te llama a hacer lo que Dios ha dispuesto para ti. Cuidado con las buenas causas que Dios no te ha llamado a hacer. Dedicarte a ellas, te hará perder el propósito de Dios en tu vida. Incluso Jesús no respondió a todas las necesidades humanas, en cambio, él sólo hizo lo que su Padre le inspiró a hacer. Juan 5:19 “Respondió entonces Jesús, y les dijo: De cierto, de cierto os digo: No puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre; porque todo lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente”.

¿Cuál de estas trampas es tu debilidad? El enemigo presiona y ataca en donde eres más vulnerable, hasta que pueda hacer un punto de entrada en tu vida. Pídale a Dios que te muestre dónde tienes que hacer retroceder al enemigo. ¡Él lo hará!