EL PAN DE ESTE DÍA. Eclesiastés 3:1. Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora. Caducar.
Existe en el mundo un orden establecido por Dios que el hombre no
puede comprender, y hay en la sociedad injusticias manifiestas que él no puede
evitar. Y así no le es posible ordenar sus esfuerzos con la seguridad de que
serán coronados por el éxito. Por otra parte, siente la preocupación de los
destinos del más allá, ignorando lo que ocurre después de la muerte, por lo que
no le queda otra cosa que gozar de los bienes de este mundo en la medida que
Dios se lo conceda.
Sin embargo, todo es temporal en cuanto a las cosas humanas, por
bueno o malo, agradable o desagradable, no hay eternidad; la mayoría de cosas
son inútiles y sin provecho. Se demuestra en los acontecimientos de la vida
ordinaria, todo tiene una dependencia de Dios, y suprime la voluntad humana,
por lo que no queda otra prudente actitud que la de someterse dócilmente a los
designios de él. Así, el nacer y el morir son los acontecimientos más
importantes de nuestra vida, sobre los que Dios ha tendido misteriosos velos,
que la sabiduría humana no acierta a descubrir. Eclesiastés 11:5. Como tú no
sabes cuál es el camino del viento, o cómo crecen los huesos en el vientre de
la mujer encinta, así ignoras la obra de Dios, el cual hace todas las cosas.
El nacer y el morir tienen su momento de realización señalado por
Dios, y no se puede adelantar o atrasar. Eclesiastés 8:8. No hay hombre que
tenga potestad sobre el espíritu para retener el espíritu, ni potestad sobre el
día de la muerte; y no valen armas en tal guerra, ni la impiedad librará al que
la posee. Del mismo modo en un pueblo agrícola, plantar y arrancar lo plantado
es una de las ocupaciones más frecuentes. Dios, al disponer las diversas estaciones,
ha establecido las condiciones atmosféricas que determinan el tiempo en el que
el hombre debe llevar a cabo las diferentes faenas del campo. En los terrenos,
las piedras sobran y se deben esparcir, en las edificaciones hay necesidad de
amontonarlas.
En cuanto a las acciones desagradables, como herir, y en
consecuencia curar; las mismas obras encaminadas a destruir y edificar están
dentro de los planes de Dios, que en sus inescrutables designios ha permitido
las circunstancias que determinaron tales hechos. Así es como entendemos que no
existe la casualidad, y atribuir a ella supuestos efectos, es reconocer nuestra
ignorancia, pues, Dios es quien nos proporciona alegrías, y entonces reímos y
danzamos, como en las bodas; otras veces, motivos de tristeza por la separación
y el luto, y entonces lloramos y nos lamentamos.
También esto cae bajo el influjo divino. Él prepara las
circunstancias que determinan productividad, la convivencia de los familiares o
el viaje a tierras lejanas que impone la separación. Así también llegan las
acciones involuntarias que implica el ganar o el perder, que no escapan de la
mano del Señor, que hace que el trabajo fructifique o quede estéril. Como el
caso de José y sus hermanos; Noemi y Rut.
En un Dios como el nuestro, no existen cosas insignificantes como
el guardar y el tirar, el uso o el desuso de las cosas que por las actividades
se desgastan, están reguladas por el maestro divino, pues es Dios quien da a
las cosas las propiedades que las hacen útiles y dignas de ser guardadas y
quien ha puesto un límite a aquéllas, que hace se deterioren y resulten un día
completamente inútiles para nosotros y útiles para otros, que al encontrarlas
agradece a Dios.
Todo tiende a caducar, el día tiene su ocaso, la juventud tiene la
vejez, la noche por más oscura, su amanecer, el día, por más feliz que sea
tiene su atardecer. Así también el día de callar y las ocasiones en que se debe
hablar, este es uno de los deberes y una recomendación más frecuente de los
sabios. La mujer sabia habla con sabiduría, el hombre inteligente calla frente
al impío.
El único que no caduca, es nuestro Señor Jesucristo que murió y resucitó para hacer caducar la muerte, para que todo aquel que en él crea, no se pierda más tenga vida eterna; bautízate en su nombre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario