jueves, 9 de febrero de 2023

 EL PAN DE ESTE DÍA. Eclesiastés 3:1. Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora. Caducar.

 

Existe en el mundo un orden establecido por Dios que el hombre no puede comprender, y hay en la sociedad injusticias manifiestas que él no puede evitar. Y así no le es posible ordenar sus esfuerzos con la seguridad de que serán coronados por el éxito. Por otra parte, siente la preocupación de los destinos del más allá, ignorando lo que ocurre después de la muerte, por lo que no le queda otra cosa que gozar de los bienes de este mundo en la medida que Dios se lo conceda.

 

Sin embargo, todo es temporal en cuanto a las cosas humanas, por bueno o malo, agradable o desagradable, no hay eternidad; la mayoría de cosas son inútiles y sin provecho. Se demuestra en los acontecimientos de la vida ordinaria, todo tiene una dependencia de Dios, y suprime la voluntad humana, por lo que no queda otra prudente actitud que la de someterse dócilmente a los designios de él. Así, el nacer y el morir son los acontecimientos más importantes de nuestra vida, sobre los que Dios ha tendido misteriosos velos, que la sabiduría humana no acierta a descubrir. Eclesiastés 11:5. Como tú no sabes cuál es el camino del viento, o cómo crecen los huesos en el vientre de la mujer encinta, así ignoras la obra de Dios, el cual hace todas las cosas.

 

El nacer y el morir tienen su momento de realización señalado por Dios, y no se puede adelantar o atrasar. Eclesiastés 8:8. No hay hombre que tenga potestad sobre el espíritu para retener el espíritu, ni potestad sobre el día de la muerte; y no valen armas en tal guerra, ni la impiedad librará al que la posee. Del mismo modo en un pueblo agrícola, plantar y arrancar lo plantado es una de las ocupaciones más frecuentes. Dios, al disponer las diversas estaciones, ha establecido las condiciones atmosféricas que determinan el tiempo en el que el hombre debe llevar a cabo las diferentes faenas del campo. En los terrenos, las piedras sobran y se deben esparcir, en las edificaciones hay necesidad de amontonarlas.

 

En cuanto a las acciones desagradables, como herir, y en consecuencia curar; las mismas obras encaminadas a destruir y edificar están dentro de los planes de Dios, que en sus inescrutables designios ha permitido las circunstancias que determinaron tales hechos. Así es como entendemos que no existe la casualidad, y atribuir a ella supuestos efectos, es reconocer nuestra ignorancia, pues, Dios es quien nos proporciona alegrías, y entonces reímos y danzamos, como en las bodas; otras veces, motivos de tristeza por la separación y el luto, y entonces lloramos y nos lamentamos.

 

También esto cae bajo el influjo divino. Él prepara las circunstancias que determinan productividad, la convivencia de los familiares o el viaje a tierras lejanas que impone la separación. Así también llegan las acciones involuntarias que implica el ganar o el perder, que no escapan de la mano del Señor, que hace que el trabajo fructifique o quede estéril. Como el caso de José y sus hermanos; Noemi y Rut.

 

En un Dios como el nuestro, no existen cosas insignificantes como el guardar y el tirar, el uso o el desuso de las cosas que por las actividades se desgastan, están reguladas por el maestro divino, pues es Dios quien da a las cosas las propiedades que las hacen útiles y dignas de ser guardadas y quien ha puesto un límite a aquéllas, que hace se deterioren y resulten un día completamente inútiles para nosotros y útiles para otros, que al encontrarlas agradece a Dios.

 

Todo tiende a caducar, el día tiene su ocaso, la juventud tiene la vejez, la noche por más oscura, su amanecer, el día, por más feliz que sea tiene su atardecer. Así también el día de callar y las ocasiones en que se debe hablar, este es uno de los deberes y una recomendación más frecuente de los sabios. La mujer sabia habla con sabiduría, el hombre inteligente calla frente al impío.

 

El único que no caduca, es nuestro Señor Jesucristo que murió y resucitó para hacer caducar la muerte, para que todo aquel que en él crea, no se pierda más tenga vida eterna; bautízate en su nombre.

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