jueves, 9 de febrero de 2023

 EL PAN DE ESTE DÍA. Gálatas 5:19. Manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia”. Naturalezas.

 

El Apóstol ha hecho resaltar las opuestas tendencias de la carne y del espíritu, exhortando a que sigan las del espíritu. Esas tendencias son tan insubordinadas, que nunca podremos obrar con pleno consentimiento de todo nuestro ser; pues si queremos hacer el bien, lo tenemos que hacer frente a la protesta de la carne, y si el mal, el espíritu nos recrimina. “estas se oponen entre sí, de manera que no hagáis lo que queréis”. Jesús dijo: Mateo 16 24. “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame”. Esto es el principio de la abnegación propia.

 

El cuerpo nuestro es concupiscente, aún las facultades superiores que no son de orden moral, como la razón y el intelecto, están bajo su influjo; pero también las prácticas espirituales y sociales como la “idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías”, están minadas. Así que, las concupiscencias, no sólo de la carne, sino del mismo espíritu humano, hay que vencerlo para permanecer. Necesitamos la acción de un principio directivo superior, que es el Espíritu prometido, Ezequiel 11:19. Y les daré un corazón, y un espíritu nuevo pondré dentro de ellos; y quitaré el corazón de piedra de en medio de su carne, y les daré un corazón de carne.

 

Nuestra naturaleza actúa en el cuerpo con el instinto y, la mente con las emociones, conminan a vivir las pasiones tan bajas que nos avergüenzan, “envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas”, no os dejan heredar el reino de Dios, y deben ser combatidas por el Señor que lo prometió, Jeremías 31:33. “Pero este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová: Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo.

 

Así es como al ser bautizados y llenos de Jesucristo, tenemos dos naturalezas: la vieja naturaleza que está viciada, que sólo con la muerte nos libramos; y la de Jesús nuestro Dios, que 2 Pedro 1:4. “nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes DE LA NATURALEZA DIVINA, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia.

 

La naturaleza humana es totalmente pecaminosa porque nacemos del hombre, Pero Jesús en cambio nació de mujer, de tierra virgen, su naturaleza está muy lejos de la nuestra, como lo afirmó Jesús, Juan 8:23. Vosotros sois de abajo, yo soy de arriba; vosotros sois de este mundo, yo no soy de este mundo”, y lo certifica Hebreos 9:11. Pero estando ya presente Cristo, sumo sacerdote de los bienes venideros, por el más amplio y más perfecto tabernáculo, no hecho de manos, es decir, NO DE ESTA CREACIÓN”.

 

Jesús ha llegado a reestructurar la familia que habitará los cielos nuevos, y serán sus hijos, que descansan en él y por él. No confían en la carne, son espirituales, permiten ser dirigidos por el Espíritu Santo, que es Cristo en nosotros, que resucitó, para no dejarnos solos y en orfandad. La oposición entre estas dos naturalezas, puede compararse con la oposición entre la luz y las tinieblas, nunca puede mezclarse. Diariamente tenemos una batalla. Pero en Cristo somos más que vencedores. Es nuestra responsabilidad alimentar la vida espiritual mediante la búsqueda continua de Dios, en oración, lectura bíblica y meditación, reconociendo nuestros pecados y errores, para así vivir en obediencia a Dios, y estar firmes ante las acechanzas del malo, que pretende hacer reinar la vieja naturaleza en los cristianos.

 

El pecado disfruta hacer revivir la vieja naturaleza, los cristianos no son inmunes al pecado al igual que los no cristianos. No es sorpresa que muchos cristianos hayan caído en las más bajas pasiones y pecados. Es el resultado de descuidar la vida espiritual. Sin embargo, Jesús no desecha, antes se compadece, perdona y restaura por amor a su nombre glorioso, da de su naturaleza divina para levantar al caído.

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